Drones: consideraciones sobre su uso en la aplicación de fitosanitarios

Ante el riesgo que representa para los operadores la exposición a los fitosanitarios, la llegada de un equipo autónomo que no necesita recargar constantemente su estanque y energía, que permita cubrir superficies de tres hectáreas hora a un costo menor a los 20.000 pesos por hectárea y con el que se pueda trabajar en terrenos […]

Ante el riesgo que representa para los operadores la exposición a los fitosanitarios, la llegada de un equipo autónomo que no necesita recargar constantemente su estanque y energía, que permita cubrir superficies de tres hectáreas hora a un costo menor a los 20.000 pesos por hectárea y con el que se pueda trabajar en terrenos complejos o en cultivos de difícil acceso suena inmejorable. Esa es la promesa de los drones.

El término D.R.O.N.E. fue acuñado en 1936 cuando se inventó el avión radiocontrolado Queen Bee. Estas siglas hacen referencia a Dynamic Remotely Operated Navigation Equipment, en español hacen referencia a Equipo de Navegación Dinámico Operado Remotamente, ya sea una máquina aérea, naval o terrestre que no está tripulada y sea manejada a distancia mediante un operador. Sin embargo, a través de la cultura popular se ha relacionado el término con la palabra “zángano”, cuya traducción al inglés es “drone”, una asociación que no es casual sino consecuencia del sonido producido por las hélices de las aeronaves de clase multicóptero.

En cualquier caso, desde hace un tiempo estos equipos están penetrando cada vez más en labores de apoyo del campo, y una de ella es la aplicación de fitosanitarios. Como toda nueva herramienta hay un periodo de aprendizaje, pero lo cierto es que este periodo puede traer grandes errores y poner en riesgo la producción y las expectativas, e incluso terminar por estigmatizar una herramienta más para la caja de agricultura hasta que sea considerada como algo malo que no sirve y ya.

Por eso en esta columna quiero mostrar las consideraciones que en mi experiencia he visto en estos equipos y los resultados disímiles que se obtienen.

CONSIDERACIONES DEL EQUIPO

Los drones se han usado en aplicaciones en cultivos tan diversos como trigo, maravilla, arroz, hortalizas, frutales menores, frutales mayores (hasta paltos), viñas, plantaciones forestales, barbechos químicos y un largo etcétera. Cuando se le asigna un abanico tan amplio de usos parece imposible que todo se haga bien.

Por capacidad de carga, los drones no levantan más de 30 kilos, lo que limita la cantidad de agua que pueden llevar. Si ocupáramos los volúmenes tradicionales para una hectárea, el equipo tendría que recargar constantemente, haciendo más lento su trabajo; es por ello que se han bajado drásticamente los volúmenes usados tradicionalmente (lo cual llevo años trabajando para lograr) a 30 o 60 litros por hectárea. En frutales, para lograr dichos volúmenes es necesario hacerlo con equipos de tipo UBV, como los electroestáticos, función no disponible en la actualidad en los drones, ya que no hay como cerrar el circuito eléctrico.

Para lograr cubrir con 30 litros, el dron tiene que usar boquillas pequeñas, de bajos volúmenes por minuto, cuyas gotas son susceptibles de deriva. Para las boquillas de abanico plano usadas en algunos de los equipos evaluados se recomienda su uso a 50 centímetros del objetivo, y en vuelo los drones tradicionalmente pasan sobre el metro y llegando a tres metros en laderas de cerro. Por lo tanto, imaginen la deriva. Por su parte, las boquillas de cono tienen mejor alcance, pero como las presiones de 5 bar de trabajo no la logran levantar, existen equipos centrífugos.

Entonces los 30 litros del estanque planificados para que se depositen en las plantas ya no llegan, y por lo tanto la dosis no es suficiente para generar el control.

En tierra, recomendamos que los tractores para aplicaciones no vayan a velocidades superiores a los 8 kilómetros por hora, salvo que cuenten con alguna tecnología especial. Y si es aplicación en frutales, la velocidad también tiene relación con el tamaño del ventilador del equipo. Los flujos de aire generados por las aspas de los drones no se aproximan a los 20.000 metros cúbicos o más de una turbo, lo cual es fundamental para que las gotas penetren el dosel de hojas; esto, sumado a la velocidad de ocho metros por segundo que puede tener el dron, se traduce en una baja cobertura.

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